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El Tri de México

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Una con 5 minutos 'a-eme'. Alex Lora en TV Azteca. Animal Nocturno.
Todo el show incluido: la guitarra del dedo medio -con glande eyaculador agregado-, gritos, eufemismos 'ñeros' para referirse -su favorito es banda-, su esposa bailando -y no muy bien-, las rolas de siempre: la del ADO, triste canción de amor...

El público, de lo mas variopinto que se pueda imaginar. Señores de la tercera edad, chavos con playera negra, padres de familia, cuarentones chilangos de chamarra y tenis, chavitos de primaria, señoras con sus maridos... y los fans de siempre. Todos cantan todas las canciones.

Están todos los síntomas presentes, el Tri --desde hace mucho-- ha dejado de ser rock, ha dejado de caminar a contracorriente y se ha convertido en una figura más de la cultura popular y otra pieza de la maquinaria del espectáculo.

Claro, habrá quien discuta, que no sale tanto como Paulina Rubio, que no se ha vendido para salir anunciando cualquier porquería en la tele, que aún no aparecen en las novelas, que el otro día el Alex se echó una leperada en un programa en vivo; que hay una gran diferencia entre ellos y Motel --"esos sí son unos putitos vendidos, para que veas, maestro"--.

Pero esa es el papel del Tri. Para eso lo usan, para verse como si aun no fueran asimilados. Para de cuando se necesita a un "rockero". Son como los dreadlocks falsos que vienen con una boinita rasta. Como la peluca de utilería que se usa cuando hay que interpretar al rebelde, pero esta viene con el actor incluido.

La esposa como dueña del grupo, el sacrificio en el mensaje a cambio de la aceptación y apertura de un mayor público, y en especial, la virgencita morena de buadalupe. A un paso de que hagan una rola sobre la abstinencia sexual, la monogamia o la cuaresma; posturas y temas todos muy respetables, pero que no coinciden con la obligación contracultural del rockero (léase eso de obligación extirpándole a la palabra todo rastro de solemnidad).

No hay nada de malo en volverse famoso, no hay nada de malo aparecer en la tele, no hay nada de malo en llegar a más público. Lo malo es el precio que se paga por ello, el sacrificio que se hace, lo que se deja a cambio de. En especial cuando se pretende continuar fingiendo.

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